Nos preguntamos qué deseábamos para 2025… y yo no tenía un deseo. Un verdadero deseo.
Me dejé sentir entonces ese ir viviendo. Y lo vi reposando después de tantas experiencias y batallas en la etapa cálida. Celebrando, que son estos días de tempo lento, de sentir el poso de lo vivido.
2024, un paso de gigante
2024 ha sido el año en que me he estrenado como activista. Empezó con la voluntad clara de hacer participativa la revista del territorio. Una publicación que al final ha pasado a manos de una asociación recién creada, entre personas que creemos es el momento de asumir funciones y convertirnos en protagonistas.
El ayuntamiento, en este traspaso, ha evolucionado también hacia un modelo informativo más en contacto con las personas, mediante reuniones en las que informar sobre decisiones importantes. Cerca empezamos a estar de los presupuestos participativos… (para 2025, en que hemos organizado reuniones con pueblos más avanzados al respecto).
Como activista he sentido mis convicciones. Arraigadas, potentes. Sobre autorresponsabilizarse como pueblo del cambio energético que nos viene. Un reto a medida para despertarnos. He conocido a otras personas de la zona. He ejercido diversas funciones. He observado como rehuía desempeñar una en concreto. No sé aún cuál es mi papel en este movimiento colectivo. Siento que mis roles organizativos y comunicadores ya no tienen sentido. Que lo que me mueve es saltar fronteras, crear un movimiento único, creativo.
Y así es al parecer también para las entidades tradicionales de la zona. Que han convocado para finales de enero una “reunión de reuniones”, donde todas las agrupaciones nos presentemos y nos pongamos a trabajar juntos para cambiar el paradigma en la defensa del territorio. O más bien, empezar a construir juntos. Es un paso de gigante.
2024, un cambio de mentalidad
2024, también, ha sido el año de la literatura. Siempre he amado leer. Pero ahora, los libros crean amistad entre nosotros, personas que apenas nos conocíamos y que nos reunimos para disfrutarlos. Profundizamos en sus “palabras imperecederas”, en la vida que llevamos, en el mundo, en encuentros cálidos, divertidos, cargados de experiencia.
Una persona en especial, Rocco, inspirado por su espíritu transformador, nos aporta grandes libros en el club de lectura de Figueres. “Palabras confiadas que penetran en el espíritu”, directamente venidas de los campos de algodón esclavizados, de recolectores outsiders de setas en Norteamérica y Japón, de los yanomami amazónicos… para recordarnos otras formas de vida. Abrir la mente para imaginar de nuevo.
Y he aquí el meollo de la cuestión. La mejor forma de dar a los cambios que vivimos un sentido positivo, es reimaginar el mundo.
Por eso 2024 ha sido un año de voces del pasado, de escritores, de indígenas, que debíamos activar en nuestro corazón para desapegarnos del modelo mental que nos ha conformado.
2024, un sueño real
Si el inconsciente colectivo descubierto por Jung (en Occidente), que nos constituye y que está hecho de nuestras historias, creencias, pesadillas y sueños, se alimenta de nosotros, démosle de comer de nuevo.
Soñemos en futuro. A que si te pones a ello, no sabes por dónde empezar Ya no sabemos ni soñar.
Así estaba cuando vi la preciosa imagen de Ayukotanaka. Y despertó mi deseo. Mi verdadero deseo. Soñar el mundo que podemos empezar a crear en estos momentos de cambio. Como un primer paso. Y en el proceso de imaginar, ir “bajando a tierra” alguna de las propuestas.
Reimaginar nos devuelve ser niños con experiencia de adulto. Nos da ilusión, tan oxidada en estos tiempos. Y una visión en la que creer. Me gustaría, por ejemplo, que nos creáramos momentos sorpresa entre las personas. Que encendiéramos velas una tarde entre amigos y nos quedáramos sin hacer nada. Que improvisáramos una charla en la calle sobre cosas simples que hemos olvidado y que pueden retrofuturizar el mundo.
A lo grande, me gustaría… Mejor lo soñamos en 2025.
2024 frente a 2040
Participé en el encuentro de reflexión organizado por Resilience Earth en Mieres. Nos propusieron el siguiente reto: colocar en el suelo un rótulo con “2050” escrito en él. Otro a cierta distancia, con “2040”, un tercero con “2030”, un último con “2025”. Nos reunimos por grupos junto al cartel 2025, y cada uno imaginó cómo era el mundo en esa fecha (en ese caso, relacionado con las fuentes de energía). Nos situamos después en 2040, e imaginamos qué gran cambio ocurría para que se diera el 2050 soñado. Y sucesivamente.
Fue una sensación muy potente descubrir que todo empieza por un primer paso. La “reunión de reuniones” de finales de enero lo es. Que ir al revés, de lo soñado a hoy, nos permite visibilizar ideas poderosas y la fuerza de aliarnos con los cambios (no dejar que sucedan, porque siempre ganan los mismos, entonces).
2025: el reto de reimaginar el mundo
Para 2025, pues, te propongo el reto de imaginar de nuevo el mundo. Es mi mayor deseo. Volver a tomar una estrella con la mano, que ilumine de escenas nuestra imaginación. Tomar la palabra confiada por los indígenas y construir “un futuro ancestral”, como tan maravillosamente se titula la exposición sobre el Amazonas, en el CCCB de Barcelona.
Compartamos propuestas, creemos proyectos juntos. Realimentemos el inconsciente colectivo con historias de otra forma de vida. Y nuestro presente con nuevas iniciativas que nos despierten, nos abran la mente y que nos diviertan.
Como la “casa de baile” que voy a inaugurar esta primavera en el garage, inspirada en la de la exposición del Amazonas. Muy alejada de mitos de creadores heroicos en sus garages, y bien dispuesta a hacernos reír y celebrar la vida.