Viajar es un estado mental
Mitificamos el viajar como diversión, escape, experiencia, cuando lo que realmente nos engancha es el estado mental al que nos predispone: no hace falta salir del entorno para disfrutar de un viaje.
Cuando te sientas encallado, estrecho, aburrido, agobiado, o porque sí… prueba a “viajar” en tu hábitat. Andando (que es ideal, porque empalma con otro gran “viaje” que es el caminar), tomando el primer tren que salga de la estación, pidiendo que te recoja un amigo/a…
Requisitos de un auténtico “viaje”:
Dale permiso a tu curiosidad para mirar sin prejuicios. En mi último “viaje” de cuatro días por mi ciudad hicimos un último vino con Asun en un domingo ya dormido, por un calmo paseo marítimo. Y VIMOS con asombro la belleza de las palmeras, de diversos tamaños y variedades, armónicamente coordinadas, exuberantes por las copiosas lluvias de la primavera. Fue magnífico MIRARLAS por primera vez. He ampliado mi mirada de ese boulevard. Y sin fumar nada.
Ábrete a la experiencia. No es el estar en otro lugar el que te trae nuevas vivencias (¡sí el cambio cultural!), sino tu apertura a ellas. Al “viajar”, sales del bucle mental en el que te aprisionas y permites que las cosas sucedan.
(Para Pascal Quignard, solo lee el que se abandona al encuentro con lo otro. Hay que llegar a la lectura como un vagabundo, como un caminante, disponible para la experiencia". Edgardo Scott)
Como cuando llegué a la estación de Sants -en ese reciente viaje de cuatro días- para dar a mi hijo -intercambiábamos trenes (yo llegaba y él se iba)- las llaves del coche. Y me entretuve mientras lo esperaba en observar a un tipo divertido, con bermudas y sombrero y un gran ramo de flores, que resultaron ser para mí, y él, mi hijo. Suceden hechos mágicos en la vida. Solo hay que darles la oportunidad.
Da a tus vivencias un valor simbólico. Porque todo son símbolos. Estas letras, la cultura, el valor que damos a nuestras vidas. Esa llave que di a mi hijo fue entregada en un momento clave de nuestras vidas. Mi traslado a vivir a otro lugar le está empujando a hacerse adulto. Fue un rito de paso, ese momento, una entrega de independencia por mi parte, un honrar mi papel como madre con un ramo de flores, por la suya.
Momentazo que se prolongó hasta más tarde, cuando entré en la recién estrenada casa de mi hija, para pasar la noche por primera vez. Pusimos en un jarrón ese ramo de flores, que resultó, también, un regalo entre hermanos. Bajo ellas, Sara me dejó las llaves de su casa, acogiéndome en su vida de adulta, dándome espacio. Llaves que, a su vez, simbolizaron mi rito de paso familiar -recién llegada a los sesenta años- como cuidadora y nutridora “de la tribu”.
Toda esa tarde podría haberse vivido como una serie de anécdotas simpáticas, o como una invitación a mirar qué ocurre detrás de los hechos, su trascendencia. No importa si acertamos en lo que vemos. Lo valioso es mirar plenamente al otro, al momento, escucharse a sí mismo.
Esa tarde trascendente acabó en la sala Otto Zutz con los compañeros de carrera, que nos veíamos después de 38 años. Los que os cargáis de energía con las relaciones sociales no os perdéis algo así -Jose vino desde Valencia-. Pero a mí me tuvieron que tirar de las orejas. Unos y otros necesitamos practicar el contacto social diverso: vernos con personas que nos conecten con experiencias dispares. Y mantenernos así alejados de los “esto se hace así”, “espero de ti lo normal”… Alguien me explicó que en Andalucía, cuando el electricista acaba una reparación en un domicilio, se van los dos de cervezas. Cuantas capas de clan hemos de sacarnos todavía.
La noche siguiente, Fiesta de Mayo. Buen ambiente por las calles cargadas de música. Muchas ganas de quemar lo que se nos atragantó en invierno. Viví la calle, que es tan importante para los mediterráneos y una necesidad para evadirse del imperio tecnológico. Para conversar con desconocidos y observar palmeras. Esta es pues la última gran recomendación de un estado de viaje permanente: ¡únete a la fiesta!
Acabé ese fin de semana, por cierto, comiendo en casa de mi tía, que también fue la de mis padres, y por tanto de mi infancia. Revisitar lugares conocidos con otros ojos, porque uno ha cambiado, porque va en compañía, ese sí es todo un viaje.
Ja ja ja, vaya juerguero te veo
Y pensar que después de una fiesta viene la siguiente. Hay que celebrar hasta el fin de fiesta. :-)
https://www.youtube.com/watch?v=yZmcqsZeetc