Vidas en puntos suspensivos
Nuestras vidas no son lineales, sino piezas que ni siquiera encajan en un rompecabezas.
Nada tiene que ver convivir con hijos pequeños que cuando han echado el vuelo. Iniciarse en un trabajo que la madurez profesional o ser el senior de la empresa. Cada cambio de etapa, cada decisión, son una nueva vida. Y lo dice una ejercitada en transformarse.
La humanidad se dice a sí misma que recorremos un camino, descendemos o fundamos una estirpe, amasamos lo aprendido, nos hacemos inmortales con nuestras aportaciones o nuestra descendencia. Pero es solo la resistencia, el miedo al cambio el que nos lleva a recorrer una línea, descendente, o la concéntrica espiral de un pozo.
Si eliges creer que vives tu vida en continuidad, te sentencias a repetir el recorrido de tus antecesores, a encajar en lo que se debe hacer. Con una deliciosa sensación de pertenecer al clan.
Si miras tus distintas etapas como obras de arte con la vida, como vivencias plenamente experimentadas, dejas en puntos suspensivos tu momento actual… Posibilidades infinitas.
Cada punto, una vida
Con los años, incluso, revives periodos anteriores porque vuelves a un trabajo, a tu antiguo barrio, siendo todo tan diferente. Te lo encuentras tal como lo dejaste, quizás con algún cambio, tal como sería tu vida si no te hubieras ido. Te reencuentras con vecinos, vuelves a tomar café en la esquina. Pero sus calles son unas más de las muchas que has conocido. Ya no delimitan tu mundo. Las transitas con el corazón ligero, porque has vivido.
El tiempo lo que ha hecho es permitirnos vivir vidas en paralelo. La de los padres mayores, la que construyen los hijos, las del pasado -en modo random-, la que se está creando, la atemporal de la meditación o la creación artística. Sustituyen a los sueños, que se quedan siempre cortos ante la inmensidad poliédrica de la realidad.
La María que mira y pasea por su antiguo barrio se acompaña en carne viva de la que vivió allí 25 años, con su estrés, su conexión con la ciudad, su familia. Y mientras lo redescubre con los ojos de su hija, que ahora vive allí. Integra además estas ocasionales visitas en su vida actual, que empieza a ver como un mosaico de etapas activas.
Cada punto, hecho de puntos
Estos días me pregunto por qué tenemos vidas tan largas. Hay tantas experiencias que me quedan tan lejos. Hoy soy, indudablemente, más sabia en muchos aspectos. Con esa sabiduría de haber pasado varias veces por el mismo sitio. Pero me encanta que me digan que son más sabios los niños.
No creo que hoy sea la evolución de la niña que fui, porque ella y yo seguimos vivas. O de la María que callejea conmigo mi antiguo barrio.
No sé por qué vivimos tanto. Pero sí que no soy una evolución. Soy una mujer de sesenta años que vive una nueva etapa vital con muchas dimensiones.
Gracias María, Incluso me atrevo a decir que en estos momentos de la vida nos atrevemos a hacer cosas que en su momento nos vetamos nosotros mismos y ahora decimos, porque no?